maría del carmen Azucena Pontevedra

Una, tres, cuatro, siete...

Que manos groseras aquellas que limpian esos pies de hombre.
Y ni el perfume del mundo alcanzaría para quitar tu tristeza.
Veo como reconoces tu cabello sentada en la sentencia de mi mirar.
¿Tenés miedo de que?

Cuanto error salvaje, grosero, primario. Si somos carnes ambulantes
entonces ¿Porque el desespero?
¿Llegara el día del olvido de los pecados? Que mejor ejemplo el yo.
Tanta barbarie...
Rechazo de no sé qué.
No me animo a ciertas cosas.
Implacable y luego esta soledad.
"Espíritus chicos no nos interesan!" Se leía esto en el transporte público.

Soy sucio, te das cuenta, no? Por eso mi mirada no consigue llamar tu atención.
Es el sexo otra vez sonando repulsivo.
¿Dónde compraste la belleza que tanto mal me hace?
Amo tu capacidad de mirar soñando. ¡Te merezco!
Porque soy calmo aunque dotado de falsa complacencia.

Intolerante me esta llevando a la ruina.
Ya te propuse matrimonio.

Una mujer, cuatro de ellas, mil más.
¡¿Quienes son?! ¡¿De dónde salieron?!
El Poder creador hizo magia para dejarnos a todos felices,
gracias Poder por la creación misma de la incomprensión y
la dificultad hecha carne.
Algo es concreto. El mar no trae amor para mi.
Entonces todo oscuro, vacio cuando hablo, que necesitan mirar para otro lado.
Grito palabras que ni yo entiendo,
completo las horas, o sea, las acompaño sin saber bien que hacer.

(continuación) Ahora si te entiendo.
Ey, ayudame o explicame como se hace para ocultar la verguenza.
Quiero aprenderlo, portarme mejor
y ganar tu sonrisa.