Estos niños corren y sufren en techo ajeno,
imaginan un hogar lleno de amor, mientras sus padres,
siendo también nuestros padres, persiguen y rezan al tambor que ruge mas fuerte.
"Que bello es tu reino", se acercó y me dijo uno de ellos.
Tanta energía derramada,
tantos años sin pudor, sin dolor con sus ropas sucias,
y sus platos, gracias a Dios, llenos de comida.
Pero llegó el tiempo en que nuestros pechos se inflaron,
regocijándose con el dolor que ellos mismos provocaron.
El privilegio que tengo al mirar tus ojos y sentirme limpio,
fresco, puro, listo para ser llamado.
El blanco en la cabeza,
el celeste por mi cuerpo, y
el negro y rojo en los pies.
Es que si decido hablarte, pienso. De más.
No vale la pena.