colecta en invierno

Sentí la irradiación de la mirada arrebatada, entonces
los matices fueron borrados por la imaginación confusa, tuya.
Toda despareja impulsada por corridas llenas de desespero inocente, pero...
¡El llamado arribó en hora cierta amiga!
¡Todos nuestros protectores acuden!
Y en agradecimiento siento fluir nuevamente mi sangre en la empuñadura, doy gracias.
Ahora mismo los deseos mas profundos de un guerrero antiquísimo,
se tornan mis propios sueños, por eso golpee tu puerta,
por eso amé tu estado, por eso colapsé de inmediato.
Pero las tierras son lejanas, y la noche agridulce a perdido toda su fe,
se siente sola y aislada, nadie quiere protegerla, nadie acepta compartir el pan de la mesa.
Y se ve pensativa y eterna, llevada de la mano a la imagen longeva
que todos conocemos de los mares...
¡Ten respeto a mi madre!
Que nadie te ha sabido abrazar con tanta armonía y suavidad.
Por eso el fuego que reina en mi cabeza,
es apaciguado por tanta frescura y agrado sabor de aguas dulces y calmas.
Mi madre me observa en el polo opuesto a mi padre,
y ambos visten en tonos claros, alegres y muy elevados.

Ya no me asusto ante la llegada,
ya no me siento un desprotegido.