Un día no sé cómo comportarme,
ante la intriga, ante la ternura
del que se fue, quién optara
marcharse y dejar todo atrás.
Los hijos me respaldan,
cuidan de la herencia mientras
reposas en la decisión del mejor olvido.
Miro luces, sientes algo que se escapa.
Nunca más te hablo, ni te penetro, ni te huelo.
Tanta crema se cuaja,
se pudre la razón en el hábito,
se corta y se entierra la navaja en las manos.
La sangre se brota y se deja beber,
para continuar y que el amor no se acabe.
Viste que cuando nacimos éramos iguales,
nos agarrábamos de la mano y comíamos juntos,
nunca nos dejamos vestir de negro
y siempre nos leíamos el uno al otro.
Luego el desorden y la lujuria te separó de mi
y decidiste hacer tu camino.
Y ahí comenzó tu penar,
que parece será eterno, por ser desovediente.
Y aún hoy seguís asiéndolo,
porque gustas de la ironía, del no respeto.
¿Sabés algo? ¿Te cuento? ¡Noo, no me digas!
Bueno...