Una a una vi como caían las hojas del árbol triste y frío.
Pasé noches y días enteros apreciando tal acontecimiento,
desgarrador y cargado de vida y esperanza.
Es alto, magro, austero en lo que dice,
pero honesto y sabio en saber gritar sus sentimientos.
Entonces me entregué a la magia brillante de la contemplación,
de ese viejo que por años vivirá y verá como niños, adultos y abuelos lloran,
reunidos en una inmensa cofradía ambulante.
Ahora me dedico a hacer culto a la fantasía, al vacío,
al fervor avasallante propio de ese impulso llamado FE.
Veo como estoy siendo arrastrado, absorbido, hasta que el deceso llegue.
¡Ay...! Cuanto he soñado en esta pequeña vida, y todo ha sido en vano...
Familias normales, agrupados sus integrantes, formados alrededor del calor
expansivo del miedo que los envuelve, de que "algo" se quiebre.
Busquemos el cariño, la caricia, demos al carente lo que quiere y precisa,
que de pequeño le dieron, y según parece se excedieron y es por eso que
ahora se pueden ver caer sus lágrimas por los rincones del hogar.
Y así va. Con limosnas. Con dolor. Con fracturas.
Sin amor. Sin celos. Sin odio.
Sin NADA.