Que derrame delicioso de luz amparándome,
que entre tantas cosas, produce mi desdoblamiento.
La verdad es que no hay cazadores,
sólo almas queriendo renacer, que caminan gracias
al suave sonido básico de las palabras inaudibles.
Voces, pensamientos asociados a la nada,
o mejor dicho a un todo infinito que escapa a la razón.
Me uno y decido no volver nunca más,
porque la transparencia ya no me pertenece
y al fin comprendo cuán voluptuoso es el mundo...